Contemplar el Evangelio de hoy
Día litúrgico: Sábado XVII del tiempo ordinario
Santoral 4 de agosto: San Juan Mª Vianney, presbítero
Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla». Y aunque quería matarle, temió a la gente, porque le tenían por profeta.
Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.
Comentario: Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez (El Papiol, Barcelona, España)
Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús
Hoy, la liturgia nos invita a contemplar una injusticia: la muerte de Juan Bautista; y, a la vez, descubrir en la Palabra de Dios la necesidad de un testimonio claro y concreto de nuestra fe para llenar de esperanza el mundo.
Os invito a centrar nuestra reflexión en el personaje del tetrarca Herodes. Realmente, para nosotros, es un contratestigo pero nos ayudará a destacar algunos aspectos importantes para nuestro testimonio de fe en medio del mundo. «Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús» (Mt 14,1). Esta afirmación remarca una actitud aparentemente correcta, pero poco sincera. Es la realidad que hoy podemos encontrar en muchas personas y, quizás también en nosotros. Mucha gente ha oído hablar de Jesús, pero, ¿quién es Él realmente?, ¿qué implicación personal nos une a Él?
En primer lugar, es necesario dar una respuesta correcta; la del tetrarca Herodes no pasa de ser una vaga información: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos» (Mt 14,2). De cierto que echamos en falta la afirmación de Pedro ante la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro le respondió: 'Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo'» (Mt 16,15-16). Y esta afirmación no deja lugar para el miedo o la indiferencia, sino que abre la puerta a un testimonio fundamentado en el Evangelio de la esperanza. Así lo definía Juan Pablo II en su Exhortación apostólica La Iglesia en Europa: «Con toda la Iglesia, invito a mis hermanos y hermanas en la fe a abrirse constante y confiadamente a Cristo y a dejarse renovar por Él, anunciando con el vigor de la paz y el amor a todas las personas de buena voluntad que, quién encuentra al Señor conoce la Verdad, descubre la Vida y reconoce el Camino que conduce a ella».
Que, hoy sábado, la Virgen María, la Madre de la esperanza, nos ayude a descubrir realmente a Jesús y a dar un buen testimonio de Él a nuestros hermanos.