domingo, 10 de julio de 2011

Master·evangeli.net

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Día litúrgico: Domingo XV (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 13,1-23): Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a Él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente se quedaba en la ribera. Y les habló muchas cosas en parábolas.

Decía: «Una vez salió un sembrador a sembrar. Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. El que tenga oídos, que oiga» (…).

Comentario: P. Julio César RAMOS González SDB (Salta, Argentina)

Parábola del sembrador

Hoy Jesús comienza a introducirnos en los misterios del Reino, a través de esta forma tan característica de presentarnos su dinámica por medio de "parábolas". La semilla es la palabra proclamada, y el sembrador es Él mismo. Éste no busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos "tengan vida y la tenga en abundancia".

Así, las semillas arrojadas por generosos puños producen el porcentaje de rendimiento que las posibilidades "toponímicas" les permiten. Según la profundidad de la fe, será la posibilidad de rendimiento en los frutos. Aunque éstos vienen, en cierta forma, garantizados por la potencia vital de la Palabra-semilla, no es menor la responsabilidad que cabe en la atenta audición de la misma. Por eso, "el que tenga oídos, que oiga".

—Pido al Señor el ansia del profeta: "Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón".