lunes, 14 de noviembre de 2011

Master·evangeli.net

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Día litúrgico: Lunes XXXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 18,35-43): En aquel tiempo, sucedió que, al acercarse Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (…). Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: «¿Qué quieres que te haga?». Él dijo: «¡Señor, que vea!» (…).

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

La "Vida" eterna, la "desconocida realidad conocida"

Hoy consideremos nuestra propia vida reflejada en Bartimeo: como él, fatigados y "sin vista", así estamos ante la Vida. Sospechamos que esta vida terrenal no es, en realidad, la Vida. Y como él, nos abrimos a Jesús, pidiéndole "ver", porque al hombre que está centrado en sí mismo se le escapa la Vida eterna.

La vida del hombre, por culpa del pecado, está abocada a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, de modo que la inmortalidad sería aquí más una carga que un bien… Hay momentos, sin embargo, en que, de repente, percibimos "algo" de lo que debe ser la "Vida". Por contraste, lo que cotidianamente llamamos "vida", en realidad, no lo es.

—Deseamos la "Vida" misma, la verdadera, pero no conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender a ello, aunque sabemos que todo lo que podemos experimentar no es lo que deseamos. Esta "realidad" desconocida es la verdadera esperanza que nos empuja. La "Vida" eterna es esta "desconocida realidad conocida".