lunes, 5 de septiembre de 2011

Master·evangeli.net

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Día litúrgico: Lunes XXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 6,6-11): Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, (…) mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

Sin Jesús-Redentor es inevitable "endurecer el corazón"

Hoy, todos —judíos y no judíos— debemos tomar una determinación: "morir a nosotros mismos" y reconocer a Jesús-Redentor. Sin Dios el hombre no se explica a sí mismo y cae en las más absurdas contradicciones. Es inevitable "endurecer el corazón", rechazando el conocimiento propio y negando la propia culpa, si no hay "Alguien" que conlleve esa culpa, la "elabore" y la perdone.

Se da aquí una reciprocidad: sin la idea del Redentor —que no disimula la culpa, sino que la padece en sí— no se puede soportar la verdad de la propia culpa y se recurre a la primera falsedad: la obcecación ante esa culpa, de la que nacen todas las otras falsedades, y, finalmente, la incapacidad general ante la verdad. Y, a la inversa: no es posible conocer al Redentor y creer en Él sin tener el valor de ser veraz consigo mismo.

—Señor, te pido la gracia de la "confesión" para reconocer la verdad: la tuya (¡te necesito!) y la mía (¡no soy "dios", sino una criatura débil!).