martes, 13 de septiembre de 2011

Master·evangeli.net

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Día litúrgico: Martes XXIV del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda (…). Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar (…).

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

La grandeza de la humanidad depende de su relación con el que sufre

Hoy se pone de relieve la misericordia de Dios hacia los necesitados. La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad.

Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la "com-pasión" a que el sufrimiento sea compartido es una sociedad inhumana. Pero la sociedad no puede acoger a los que sufren si los individuos mismos no son capaces de hacerlo y, en fin, el individuo no puede aceptar el sufrimiento del otro si no logra encontrar personalmente en el sufrimiento un sentido, un camino de maduración y de esperanza.

—Jesús, ayúdame a acoger al que sufre haciendo mío su sufrimiento. Entonces este sufrimiento compartido quedará traspasado por la luz del amor y experimentaremos la alegría de la consolación: los dos —unidos en el sufrimiento— te encontraremos a ti, que has sufrido en la Cruz por nosotros.