sábado, 1 de octubre de 2011

Master·evangeli.net

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Día litúrgico: Sábado XXVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 10,17-24): En aquel tiempo, (…) se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (…).

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)

¿Quién conoce al Padre? (la sencillez)

Hoy nos preguntamos quién (y cómo) conoce al Padre. Sólo el "Hijo" conoce al Padre, y todo verdadero conocimiento del Padre es participación en el conocimiento del Hijo, una revelación que es un don. Por tanto, sólo conoce al Padre aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Pero, ¿a quién se lo quiere revelar el Hijo? La voluntad del Hijo no es arbitraria. El Hijo quiere implicar en su conocimiento de Hijo a todos los que el Padre quiere que participen de Él: "Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado", dice Jesús. Pero, ¿a quién atrae el Padre? No a los sabios y entendidos, nos dice el Señor, sino a la gente sencilla. Ésta fue la experiencia concreta de Jesucristo: no lo conocieron los escribas, los que por profesión se ocupaban de Dios.

—Señor, asiste a mi corazón para que yo acepte con sencillez tu Revelación, evitando críticas y especulaciones estériles, fruto de mi soberbia.